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El Salmo 126 fue escrito con referencia a una sorprendente y grande liberación del pueblo de Dios, quienes habían sufrido la la esclavitud y la angustia, muy probablemente a su regreso de Babilonia en la época del profeta Esdras. Aunque Babilonia no se mencione aquí, sin embargo, su cautiverio fue el cautiverio más notable, tanto por lo que significó, como por la restauración que Dios les dio, y que fue algo muy similar a nuestra redención en Cristo. El tema central del Salmo es el llamamiento a la gratitud, de parte de los que habían regresado del cautiverio. Por otro lado, aquellos que aún permanecían en cautiverio son recordados en oración (v. 4) y todos, como pueblo, son alentados (v. 5, v. 6). 

Será fácil, al leer y cantar este salmo, aplicarlo a cualquier restauración particular disfrutada por la iglesia, o nuestra propia familia, o aplicarlo a la gran obra de nuestra salvación por Cristo.

Los judíos no podían creer lo que estaban viviendo. Dios los había liberado y restaurado, y a ahora les parecía un sueño maravilloso. Pero entonces debían aprender la lección, es decir, entender los tiempos que Dios permite, y aprender las lecciones que Dios nos enseña mientras pasamos por las pruebas. 

Los instrumentos musicales, y nuestras voces, nunca suenan mejor que después de no haberlas usado por un tiempo, a causa de la tristeza, o el dolor. Así ocurre cuando Dios nos restaura; el gozo que sentimos es indescriptible. El pueblo de Israel cantó en este Salmo acerca de la liberación que Dios había forjado para ellos: Dios volvió a cautivar a Sion con Su amor. Y a nosotros, Dios nos salvó; Dios nos sacó del cautiverio del pecado y del dominio del diablo. Celebramos porque ser salvos fue, y sigue siendo, lo más hermoso que nos ocurrió  en la vida. 

El pueblo de Dios fue enviado al cautiverio como castigo por su infidelidad a Dios, pero su cautiverio se transformó en restauración, cuando se cumplió el propósito del castigo: Ser depurados de la maldad. El rey Ciro, por razones de estado, proclamó la libertad a los cautivos de Dios, pero esto fue una obra de Dios ya anunciada muchos años antes. Dios estaba detrás del asunto, el rey Ciro era un hombre impío, pero Dios lo usó como su instrumento para liberar al pueblo escogido. Dios había enviado al pueblo al cautiverio, pero no para destruirlo. Un reconocido teólogo dijo: "Dios envió a Su pueblo al cautiverio, no como la basura que se echa en el fuego para ser consumida, sino como el oro para ser refinado.” La liberación de Israel fue para que volviesen a Dios y él los restaurase. Los extranjeros vieron la restauración del pueblo de Dios y quedaron admirados, “con la boca abierta por la sorpresa”, diríamos hoy. Las naciones vecinas a Israel vieron y dijeron: “El Dios de Israel, ha hecho grandes cosas por ese pueblo, algo que nuestros dioses (ídolos) no pueden hacer por nosotros. 

En cuanto a nosotros, Dios nos ha restaurado para vivir para Él y no para nosotros mismos. Sembramos con lágrimas la Palabra, pero el gozo de la cosecha será interminable y maravilloso. El labrador tiene una gran variedad de deberes por delante: cada temporada y cada día debe hacer su trabajo. El cristiano tiene deberes en su tiempo a solas con Dios, en la familia, en la iglesia, y en el mundo. Los cautivos en Babilonia sembraron durante mucho tiempo con lágrimas, pero al final segaron con alegría, y luego cosecharon el beneficio de su paciente sufrimiento, y llevaron sus gavillas a su propia tierra. Los que siembran con las lágrimas de tristeza divina a causa de su pecado, cosecharán la alegría de un perdón seguro, y de una paz establecida. Nuestro Señor Jesucristo dijo: “Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados para siempre.”

Dios quiere completar la obra de restauración que ha comenzado en nuestras vidas. Esto ocurrirá cuando estemos con Él en el cielo, pero mientras tanto, la obra de restauración debe cumplirse aquí en la tierra, mientras le servimos y vivimos para Él. Dios es el que va formando nuestras vidas como el Gran Alfarero. No resistamos Su obra en nosotros, sino rindámosle todo nuestro ser.