Proverbios 14:12-19 - En esta porción de Proverbios se revelan dos tipos de personas: el sabio y el simple. La pregunta es, ¿Cuál de las dos es usted? Y aquí debemos detenernos a no responder rápidamente, ni tampoco a expresar cuál de las dos personas desearíamos ser. Nuestra respuesta a la pregunta, debe ser, en realidad, la respuesta de Dios acerca de nosotros, ya que Dios nos muestra el contraste entre la sabiduría que él provee, y la ignorancia de quienes rechazan tal sabiduría.
La sabiduría que Dios da provee gozo. Los imprudentes (“insensatos”) confían solamente en lo que ellos creen, o desean creer, no obstante, el final de lo que creen conduce a la muerte. En Mateo 7:13,14, Jesús dice: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”. No debemos creer que la persona que ríe no está sufriendo, pues ríe el “simple” (v15) porque cree que anda bien, pero por dentro sabe que no le da resultado lo que cree, y cuando está solo, sufre.
En la soledad de su recámara, en el baño, o caminando solo en el parque, el incrédulo sufre. Aquellos que aun no han confiado en Jesucristo para la salvación de sus almas, lloran, aunque tengan una sonrisa en sus labios. Y también lloran aquellos que, habiendo ya confiado en el Señor Jesucristo, se han dejado llevar por ideas extrañas que han apropiado. Esas personas pueden sonreír por fuera, pero sabemos que están llorando por dentro.
Otro de los problemas que sufre el simple, o necio, como lo llama la Biblia, es que llega a cansarse de su vida. Cuando arriba al momento en el cual todo lo que ha creído lo perturba y lo desgasta, entonces, ya no sabe qué hacer. El camino que ha creído, y en el que ha andado hasta ahora, llega a su final. Lo que antes le daba satisfacción, ahora pierde su atractivo. Nuestro Señor Jesucristo lo expresó de esta manera: “Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba” (Lucas 15:14-16).
Por el contrario, la persona sabia disfruta andando por el camino que Dios le trazó. La vida con Dios es deleitosa aun en medio de las pruebas, porque el camino al cielo, que es Jesucristo, crea plenitud de gozo sólo con su presencia: “En tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre” (Salmo 16:11). La sabiduría que Dios da por medio de su Palabra, produce gozo y discernimiento.
La persona ingenua (“simple”) es fácilmente influenciado por cualquier cosa, y esa actitud la trae problemas; como consecuencia, su sonrisa burlona se transformará en llanto.
En cambio el avisado, el prudente que ha sido enseñado por la sabiduría de Dios, vive en reverencia al Señor, y analiza todas las cosas antes de creerlas y adoptarlas para su vida. El sabio demuestra su inteligencia apartándose del mal, y eso es una demostración de su santo temor de Dios. Por el contrario, el insensato confía en sí mismo, es “sabio en su propia opinión”, es crédulo, y eso le crea una actitud insolente, sarcástica y arrogante. Tal actitud se expresa en su facilidad para enojarse, o en reaccionar defensivamente, y eso le lleva a tomar malas decisiones. La Biblia dice que los simples heredarán tonterías, en vez de sabiduría. La insensatez en una persona no se puede esconder. Los simples heredarán el fruto de sus locuras, serán avergonzados cuando no se cumpla lo que creyeron, sin embargo, los prudentes se coronarán (recibirán, vestirán, rodearán) de una sabiduría que se puede ver en sus palabras, en sus actitudes y acciones.
Llegará un día en el cual la maldad se inclinará delante de la bondad. Los malos terminarán inclinándose delante de los buenos (“justos”), porque el mal jamás gana.
Un comentarista de la Biblia dijo lo siguiente: “El mal será abatido tanto que se inclinará ante el bien para pedir su ayuda. Los hermanos malvados de José fueron llevados a "inclinarse ante él a tierra…En la parábola del rico y lázaro, el mendigo es consolado y el hombre rico e incrédulo es atormentado, y demanda urgentemente la ayuda del hombre pobre que despreció en vida, para mitigar la agonía que está sufriendo.”
¿Cuál de las dos personas es usted? Si es el “simple”, hoy tiene la oportunidad de arrepentirse, pedirle perdón a Dios, y venir al Señor Jesucristo, quien le perdonará, le salvará del castigo, y le hará una persona sabia.