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La gratitud a Dios actúa como el impulso en nosotros que produce alabarle. Un corazón agradecido siempre expresará alabanzas a Dios; es inevitable. Un corazón agradecido por la salvación en Cristo Jesús, es un corazón lleno de vida. Los cristianos somos gente agradecida.

Lucas 2:8-38

Los ángeles alabaron a Dios agradecidos por Su buena voluntad de enviarnos a Su Hijo para salvarnos.

“Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, 

que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (v.14) 

Los pastores de ovejas alabaron a Dios maravillados por el anuncio de la salvación, y por ser los primeros en recibir la noticia de la llegada del Salvador. Ellos no dudaron acerca de si el anuncio era verdad, sino que fueron al pueblo, y lo anunciaron a los demás. Las personas que escucharon el anuncio del nacimiento de Jesús se maravillaron (Esto es alabanza). ¿Estamos nosotros maravillados por la vida del Señor Jesucristo? Maravillarse por él es una expresión de alabanza a Dios.

Simeón expresó su gratitud al Señor por permitirle ver la salvación. Jesús es la salvación. Simeón supo que ningún sistema, o religión humana, puede salvar al hombre de la ira de Dios.

“Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;  Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.” (v.29-32) 

Ana también expresó su gratitud a Dios por la salvación, y lo hizo testificando a otros:

“Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.” (v.33)

José y María alabaron a Dios, por medio de maravillarse acerca de la obra de salvación de Jesús.

“Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él” (v.33).

Nosotros también estamos agradecidos por el regalo de la salvación. Ser salvos es haber sido perdonados y rescatados del castigo que merecíamos. También significa tener a Dios el Espíritu Santo viviendo en nosotros, el cual sigue transformándonos. Ser salvos produce tener paz con Dios, porque hemos sido reconciliados con él gracias a la muerte y la resurrección del Señor Jesucristo. Además, ser salvos nos transforma en amigos de Dios, en tener sabiduría divina para las decisiones, e inteligencia en cuanto a las relaciones con otras personas. ¡Y esto no es todo! Ser salvo nos da el poder de Dios para vencer las tentaciones y para atravesar con éxito las pruebas. Y el regalo final de nuestra salvación será vencer la muerte, porque Jesús venció la muerte. ¡Viviremos para siempre con él! 

Querido amigo: ¿Eres salvo? Si lo eres, no puedes dejar de agradecerle a Dios por tu salvación, y si aun no lo eres, Dios te está llamando para que vengas a él. Cuando lo hagas, comprobarás que nacerá de lo más profundo de su ser, el poderoso impulso de agradecerle por rescatarte del castigo eterno. ¡Ven a Cristo hoy!