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Comprendiendo a mi pareja


Los roces se producen a partir de las particularidades de cada individuo, tanto en cuanto a sus atributos innatos, como a las actitudes y comportamientos aprendidos de su entorno social.


Como ejemplo de estos roces, podemos citar aquellos que surgen de la diferencia de género, siendo esta una característica innata, y los que surgen por el modo distinto de interpretar una misma situación, lo que corresponde al trasfondo social y psicológico de cada persona.


Es así que, frecuentemente, los cónyuges encuentran diferencias en numerosas áreas de su vida compartida, aún en aquellas que son fundamentales a su relación: las formas de divertirse, los estilos de comunicación, las estrategias para solucionar problemas, las formas de satisfacción, la definición de derechos y deberes, el manejo de espacio individual y espacio de pareja, cómo y cuándo establecer los límites necesarios para las relaciones con las familias de ambos, hasta donde permitir las influencias de otros, qué comprar, qué vender, cómo amar, cómo valorarse y cómo reconocerse, y aun el concepto de pareja que maneja cada uno.


También es cierto que, habitualmente, existen puntos de semejanza. Frente a este accionar de la vida, es necesario encontrar un equilibrio que potencie una relación armoniosamente balanceada, fortaleciendo los puntos de concordancia y poniendo especial énfasis en comprender y aceptar las diferencias que existan.


Así los cónyuges encuentran estabilidad en sus similitudes, pues estas le otorgan a la pareja una base para “ser”, y en las diferencias, un constante re-descubrimiento de sí mismos y de su compañera/o para “hacer”.
Lo que deteriora a las parejas no son las diferencias, es la actitud que cada uno de sus integrantes asume ante ellas. Una actitud comprensiva, de tolerancia y respeto es vital para superar los conflictos.


Pero ¿cómo lograr asumir esta actitud conciliadora cuando somos tan diferentes?


Tomarnos el tiempo y el esfuerzo diario para conocer a nuestra pareja, reconociendo que mi forma de pensar y actuar no son absolutas ni definitivas, es la respuesta a esta interrogante.


No podemos comprender a nuestra pareja si no le conocemos, no podemos llegar a acuerdos si pensamos que tenemos la exclusividad de la razón.


Una actitud arbitraria conduce al enfrentamiento, una actitud conciliadora nos da la oportunidad de crecer a partir de nuestras diferencias, aprendiendo el uno del otro y re-inventando nuestra relación continuamente.
Para recordar:


1. Hable de sus diferencias, negocie y junto a su pareja encuentre un punto de equilibrio que beneficie a ambos.
2. Cuando dialoga con su pareja para resolver sus conflictos, elija las palabras que usa, nunca ofenda ni use términos groseros.
3. No vea las diferencias como amenazas, sino más bien como elementos de crecimiento y aprendizaje.
4. En nuestro vivir diario como miembros de una sociedad, frecuentemente debemos ajustarnos a situaciones o personas con las que no estamos totalmente de acuerdo, en beneficio de una colectividad. Utilice este mismo principio con su pareja.
5. Las parejas sanas no son las que no tienen conflictos, son las que resuelven conflictos.
6. A diferencia de todas las otras relaciones familiares, la relación de pareja es la única que se establece por decisión propia, por lo tanto, decidamos también actuar de forma conciliadora.
7. Es necesario encontrar un equilibrio entre diferencias y semejanzas que potencie una relación armoniosamente balanceada.
8. Los cónyuges encuentran estabilidad es sus similitudes, pues estas le otorgan a la pareja una base para “ser”, y en las diferencias, un constante redescubrimiento de sí mismos y de su compañera/o para “hacer”.
9. Lo que deteriora a las parejas no son las diferencias, es la actitud que cada uno de sus integrantes asume ante ellas.
10. Una actitud comprensiva, de tolerancia y respeto es vital para superar los conflictos.