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Una palabra que evoca pensamientos de claridad, inocencia y virtud. La pureza es una condición del alma que se manifiesta en la personalidad y en la conducta. La experiencia de vida nos muestra cuán importante es conservar la pureza en todas nuestras actitudes y decisiones. Conforme pasan los años, levantamos la cosecha de nuestras acciones juveniles. Conservarse puro es una decisión fundamental, la cual, idealmente, debe hacerse en la niñez. Sin embargo, tú, joven adulto, puedes tomar esta decisión a partir de ahora y de ese modo cambiar el curso de las cosas. Se trata de  mantener la pureza en todas las áreas de tu vida. Me gusta llamar a esta dinámica: “la pureza integral”.

La pureza integral debe manifestarse en tu relación personal con Dios, manteniéndola libre de agentes contaminadores tales como las raíces de amargura (Hebreos 12: 12-15), los argumentos mentales en contra de Dios (2ª Corintios 10. 3-6) y la falsa doctrina (1ª Timoteo 6. 21,21). Conservarte puro en el área espiritual te ayudará a mantener sana tu vida mental y emocional, la cual incluye tus decisiones morales, éticas, laborales y afectivas.